(Sobre
Mujer sin párpados, de Andrea Abreu)
Mujer
sin párpados, tras el fanzine Primavera que sangra, es la
primera publicación de Andrea Abreu (1995). Nunca es tarea fácil
acercarse a la creación poética más reciente. La distancia es muy
corta y el tiempo puede abrir el abanico de las signifaciones.
Considero, sin embargo, que la posibilidad del error del crítico es
también una función necesaria en las lecturas presentes y futuras
que del libro pueden hacerse. Solo desde los diferentes puntos de
vista, el diálogo y el continuo análisis los textos, estos pueden
vivir. En las estanterías acumulan polvo y vejez, en las manos
viven. Lejos de ofrecer una voz primeriza, la presencia e intuición
poética de Andrea se advierten maduras y plenamente conscientes de
la búsqueda emprendida. El libro, que se divide en tres partes, ha
sido analizado en tres breves bloques que giran hacia la
significación unitaria que presentan los poemas. Siguiendo los
títulos propuestos por la autora en cada una de las partes, las
conclusiones se ofrecen a continuación:
1
Mujer sin
párpados
Los
párpados, cuando se cierran, permiten dejar de mirar, humedecer los
ojos. La ausencia de estos conlleva unos ojos siempre abiertos, pero
también doloridos. Mujer sin párpados propone una superación
de la dicotomía actividad/pasividad, hombre/mujer. Hélene Sixous,
en La risa de la medusa, considera que esta ruptura sucederá
“cuando ella despierte de entre los muertos, de entre las palabras,
de entre las leyes”. ¿Y qué es Mujer sin párpados, sino
ese despertar?
Una
nueva condición se logra tras desposeer a los párpados de sus
posibilidades. Ahora todo se ve, pero la claridad ante la losa de la
memoria también supone un dolor. Si leemos a Camus, tanto en El
mito de Sísifo como en La Caída, comprendemos que toda
toma de conciencia de una realidad supone una carga que los inocentes
desconocen. El acceso a la conciencia de la situación del yo en el
mundo está relacionado con un desengaño. Por eso el ojo no solo
sufre, sino que también se vacía, se convierte en cuenca y alguna
vez la voz poética extraña el estado anterior: “Echo de menos los
párpados cayendo […] extraño la blancura del ojo” (p.29). El
ojo es símbolo de toda la identidad, de una realidad que es ahora
visible. Para la mujer sin párpados no existe otra posibilidad que
la de reconocerse en su nombre, expandir aquello que el yo es:
“dibujar mi nombre / y luego escupirlo” (p.16). La identificación
está con la conciencia de lo que el cuerpo constituye y con el
nombre, que no se anuncia, sino que se escupe. Se expande como una
ruptura a la vez que dice: “dibujar mi nombre / olvidar que
existo”.
Esta
forma de nombrarse se reconoce en el paso del tiempo, el yo abandona
una infancia de protección y, en cierto modo, es conducido a
descreer de ella:
doctor
tengo
veinte años y aún no sé dormir sola
mi
madre me ha dicho que me olvide
de
compartir cama con los ángeles
que
los ángeles se han ido
que
los ángeles antes eran tres
miguel
gabriel rafael (p.30).
2
deja
que te cuente la historia de mi nombre
El
nombre es el principio de todas las cosas. En este caso, el nombre se
encuentra ligado al de la autora. Se presenta en la primera parte del
libro como reivindicación y, en la segunda parte como
cuestionamiento de la identidad: “pero ¿será lo mismo llamarse/
andrea que clarissa, clarissa/ que luz?” (p.36). ¿Qué ha sido lo
que ha hecho que la identidad del yo se constituya en Andrea y no en
otra cosa? Ese principio no elegido supone el primer paso de la
existencia. Ahí es donde radica la gran duda en torno a la forma de
nombrar al yo, que finalmente se concluye como estabilidad aparente
de la existencia: “andrea es el huevo y yo soy la gallina”
(p.37). El nombre andrea, que siempre aparece en minúscula, lo que
le resta contundencia, está antes que el yo, antes que el cuerpo y
dista, en cierto modo de él, aunque lo identifica. El cuerpo supone
una consecuencia del nombre. Si el cuerpo mujer ha señalado una
identidad, el nombre andrea ha dibujado otra parte de la misma.
3
Campos
de Cenizas (La muerte y la vida abrazadas)
Mujer
sin párpados constata todas las fases de una identidad. El
cuerpo supera la inocencia, se cuestiona todas las raíces y las
marcas que la historia y la decisión de los otros dispone, pero no
demasiado tarde advierte un después de esta realidad. El cuerpo, con
el tiempo, también presenta una caída como parte del ciclo de la
existencia. No solo nace, crece, se cuestiona y se identifica,
también se acaba. Pero el acabarse en el libro genera un círculo:
las cenizas del cadáver se esparcen como semillas de las que pueden
nacer flores. El cuerpo, que se ha acostumbrado a convivir con el
dolor [“un pájaro azul se ha alimentado / de mis ojos todo este /
tiempo” (p.44)], ahora emprende el último camino. De cuerpo activo
y rebelde a cuerpo dolorido: ceguera, dolor y muerte [“yo no
existo: me limito a morir” (p.45)].
Y
este tercer paso del libro se piensa como pájaro. El pájaro es, al
comienzo, símbolo de lo liberado. Ese pájaro azul que se ha
alimentado de los ojos, pero ha permitido ver, tomar conciencia, al
final se cuestiona el camino y quiere cortarse las plumas: “la
libertad es un peso demasiado grande” (p.50). Pero pronto la voz
poética responde: “como si la casa fuese un lugar seguro”
(p.50). Regresar a la casa, en definitiva, no ofrece ninguna
solución. Por un lado, la libertad es conciencia de un desgarro. Por
otro lado, la casa no es ni mucho menos el lugar que se desea. Ante
esta situación no parece ofrecerse alternativa que no sea la del
devenir natural: nacer, crecer, luchar, doler, morir: “tú también
has venido hasta aquí para constatar la tragedia” (p.52). Sin
embargo, se levanta un elemento superior al mero proceso de la vida,
que es la imaginación poética. Esta, la deberán tomar e
interpretar los otros. Ya no forma parte del yo. Y esto, en
definitiva, más que esperanzar, asusta:
no
temo
en
el fondo
el
lugar
adonde
irán
a
parar
mis
huesos
me
asusta
más
saber
qué
harán
con
toda
esta
imaginación
(p.51).
* Texto leído en la presentación del libro en la Librería de Mujeres de Tenerife, el día 29 de julio de 2017.
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