Sara Torres (1991) es una
poeta consciente de lo que la lengua dice. Nada se funda en la
inocencia y ninguna palabra es involuntaria. Quien haya seguido la
breve trayectoria de la poeta asturiana habrá podido comprobar que
desde La otra genealogía existe
un interés por abolir un orden de significación heredado con el
objetivo de fundar un nuevo inicio donde conceptos como amor, sexo o
género no se ofrezcan como losas que cargar. En este sentido,
Conjuros y cantos,
publicado el pasado 2016 por Kriller71 parece un paso más en las
búsquedas emprendidas en la anterior aventura: “El lenguaje es un
acto con consecuencias” es la primera afirmación que el libro
ofrece. La propuesta de Torres parece afrontar una ruta de iniciación
que se abre con el día de culto donde el yo sabe cómo debe empezar
todo, pero jamás el camino que se debe seguir después. Lo demás
deberá ser inventado. En las primeras siete palabras se encuentra
toda la voluntad del libro, que supone la invención de un mundo
ritual, en que los cantos y conjuros parecen pretender conexiones con
lo que está más allá de lo meramente visible.
Conjuros y cantos
es una propuesta ideológica que combina lo estético, hay menos
ritmo que en La otra genealogía
y más profundización en el concepto. Sí es cierto, sin embargo,
que el ambiente mítico con camino hacia Oriente se mantiene. El
invento que se propone desde el inicio, con cita de Robin Morgan,
supone la constatación de los conjuros posibles, de los hallazgos
que no se conocen y están por hacer. El cuerpo proviene de una otra
genealogía, donde la unión homosexual está totalmente
normalizada y el acto sexual recubierto de un halo místico.
Para el desarrollo de este mundo que se inicia es, sin lugar a dudas,
fundamental el apetito por continuar bebiendo: la sed no es solo una
circunstancia, sino una necesidad imperiosa para que todo lo iniciado
pueda seguir, “moriremos si la sed se te acaba”, si esa sed
perece ante “el monstruo criado a culpa en la memoria”.
La
nueva civilización se presenta como una tribu donde sus miembros
deben ser en cierto modo iniciados. Conjuros y cantos, en este
sentido, propone un universo de iniciación que confronta al cuerpo
liberado con el cuerpo que se resigna. La figura de la enterradora
emerge nombrando. Una vez más el lenguaje tiene consecuencias. Ella
dice a la enterrada que su nombre es el apodo de la enfermedad. Esta,
que ha sido señalada, no renuncia sin embargo a su canto, su
conjuro:
Yo
soy la no-nombrada la enterrada viva
canto
con pasión a quien trata de acallarme
Yo
reclamo la memoria de mi nombre
Por
todo ello, la propuesta de Sara Torres es altamente política. Frente
a lo que dicen ellos en torno a la sexualidad y las uniones normales,
la homosexualidad desde un lenguaje combativo, donde hay una chamana
que ejerce como guía y un grupo de iniciadas en el camino. Con todo,
Conjuros y cantos es un libro con altibajos en lo poético que sí
muestra una honda búsqueda en la palabra de su autora. En estos
últimos meses se han publicado numerosos artículos en torno
al boom de ciertos
libros y editoriales. Ha faltado discernir qué propuesta sí lleva
una intención, dónde están las búsquedas que merecen ser
seguidas. Sara Torres ha emprendido un camino de interés. Queda por
saber cómo se resuelven rítmicamente en el poema cuestiones que
combaten aquello que parece inocente. Por ejemplo, cómo debe sonar
en la musicalidad del texto una x para sustituir el masculino
genérico y si esa x es necesaria cuando desde el poema mismo se ha
inventado otro mundo donde todo es posible.
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