sábado, 10 de junio de 2017

Breve nota en torno al poema X de Recorrer esta distancia, de Jaime Sáenz




Jaime Sáenz es un poeta del enigma, cuando uno se sumerge en él es difícil salir intacto. Su poesía es oscuramente clara, cava en la hondura desde la hondura misma. De mis lecturas destaco tres libros: Muerte por el tacto (1957), El frío (1967) y, sobre todo, Recorrer esta distancia (1973). Es precisamente el último el que me ha detenido más tiempo ante sus textos, el que me ha hecho regresar una y otra vez. Sin duda, leer es releer. Lo que viene es una breve nota sobre uno de los poemas, el décimo, que ejerce en mí un gran poder de atracción:


El décimo poema de Recorrer esta distancia se comienza a cimentar desde el poema que abre el libro, con un yo escindido, separado de sí mismo, que desarrolla su identidad en lo aparente imposible. Es, sin embargo, la escisión misma la que pone al yo en camino de/hacia. La sucesión de cantos no es más que ese trayecto en que la primera persona se enfrenta al mundo y se cuestiona en el enfrentamiento mismo. Por eso, lo que se anuncia desde el primer canto: "el muerto deberá comunicarse con la muerte" se propone casi como posición estética y filosófica en el décimo canto. Se advierte al individuo desligado de lo asible insatifactorio. Sin duda existe un extenso simbolismo.  La muerte se ofrece como completud de lo reflexionado porque la vida en sí misma es la mera ocupación en vivir. La reflexión es turbia y aporta escasas conclusiones en el proceso vital, ya que tiene lugar en la experiencia sincrónica, sin capacidad de abastecerse de distancia. Se extrae una propuesta principal: mientras viva, el hombre no podrá comprender el mundo. Por tanto, si el vivir ahora es no comprender, desde la vida misma se debe tratar de estar muerto o, lo que es lo mismo, tomar distancia con el más acá e ir a las "honduras inimaginables". Esa es la propuesta no solo poética, sino de pensamiento que se ofrece en este canto. Comprenderlo todo es la gran tarea, pero se revela como hazaña gigantesca. Pese a todo, hay en la mirada del yo una necesidad de asirlo "cueste lo que cueste".


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