Por Yeray Barroso
El cadáver de la Sirena
Acerina Cruz
162 páginas
El cadáver de la sirena es un VHS que
se quita las telarañas para ser reproducido por primera vez. Acerina
Cruz tal vez es la voz femenina que más transgrede el lenguaje en el
pequeño mundo literario que nace desde Canarias y todo ello desde la
sencillez hecha palabra. Cruz no necesita del adornamiento para
hacerse en su poesía: radicaliza la sencillez en busca de otro
mundo, algunas veces inmerso en el realismo oscuro y otras veces alegórico. La sirena no
tiene el cuerpo que le pertenece: es una sirena que es propiedad de
la ciudad ezquizofrénica que mira indiferente y que a su vez
encuentra en ella el único sendero de tránsito. Un poco afectada en
el intento de transmitir la sensación de la ciudad turística, sí
consigue bailar en una danza macabra de realidades que no se venden.
Además del seudoparaíso vendido, está poetizado lo que no se
encuentra en los panfletos turísticos.
Acerina Cruz vuela entre los ochenta y
el futuro, instalándose no pocas veces en la realidad tecnológica
que viven las dos primeras décadas del S.XXI. Al sur del realismo,
como señala Daniel María en su artículo "Rebobinar la muerte con un lápiz" al referirse al poema "SURrEALISMO" que casi abre el
poemario, El cadáver de la sirena es la producción de serie B que
la autora ha querido dirigir: de ahí su propia construcción
cinematográfica, que tiene en su origen el trailer y en su fin la
posibilidad de rebobinar o abandonar la producción. El poemario,
además de un recorrido de Serie B, que casi constituye un homenaje a
este tipo de cine, se suspende entre la visión alucinada y la
critica social: entre la ciudad turística informatizada y la
realidad sucia detrás de los grandes tour operadores, hoteles y
playas.
A veces la poeta es apresada por la
magua de al infancia: necesita volver atrás en un vuelo abstracto
que es el poema, que se revela durante no pocas veces como verdad
necesaria. Y es que el poema se instala en la conciencia de ser
poema: es autorrealizado cuando habla porque se sabe creación
poética que acude a la infancia o vuela haciendo un travelling
lúdico hacia el futuro. Y es que la palabra en manos de Acerina Cruz
es una degustación impúdica que se viste no pocas veces de Rock &
Roll y que se desviste en la red: llega a ofrecer poemas que
necesitan de internet para ser leídos. Este cadáver es un viaje
lúdico y en esa diversión que se conforma de no poca lucidez es
donde la creadora ofrece la clave de la composición: se sitúa en
dos mundos en transición. Vive la movida ochentera y la incógnita
del futuro. Se acerca a la realidad virtual para instalarse en la
mentira. Todo ello sabiéndose habitante de una ciudad que ya es 'yo
exótico' y no 'yo propio', de una ciudad que ha adquirido la visión
del que viene o de lo que se intenta vender y ha perdido su identidad.
Esa ciudad puede ser cualquier ciudad canaria, pero esta vida
transcurre en Las Palmas, que se convierte en un campo de
concentración civilizada que se nutre no pocas veces del arte pop.
Acerina Cruz no inventa el lenguaje ni
el estilo poético que dibuja, pero lo consigue transgredir no pocas
veces: es su voz la que habla y es la propia construcción cinéfila
la que guía a esta sirena a construir su inmortalidad. Este poema,
que puede ser concebido como un uno, si aceptamos que estamos ante un
VHS que en los ochenta adelantaba lo que ahora somos, como la propia
Cruz, que en los ochenta comenzaba a dar los primeros pasos de lo que
ahora es, se instala entre la realidad y la alegoría, dibujando
escenas que circulan entre el onirísmo y la realidad más cercana:
“La discoteca esá llena / a tope”. El lenguaje ya no importa
tanto porque está derrumbado. La poesía de la grancanaria intenta
hablar sin lenguaje y ahí está su precisión: es imagen, cine, y
cada plano es un vuelo efímero de urbe en que intenta transitar una
sirena que ya no nace en la mitología griega, sino en un barrio de
la capital de Gran Canaria. ¿Habrá resurgido definitivamente tras
su muerte?
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