martes, 18 de junio de 2013

Una sirena en la urbe turística

Por Yeray Barroso
El cadáver de la Sirena
Acerina Cruz
162 páginas

El cadáver de la sirena es un VHS que se quita las telarañas para ser reproducido por primera vez. Acerina Cruz tal vez es la voz femenina que más transgrede el lenguaje en el pequeño mundo literario que nace desde Canarias y todo ello desde la sencillez hecha palabra. Cruz no necesita del adornamiento para hacerse en su poesía: radicaliza la sencillez en busca de otro mundo, algunas veces inmerso en el realismo oscuro y otras veces alegórico. La sirena no tiene el cuerpo que le pertenece: es una sirena que es propiedad de la ciudad ezquizofrénica que mira indiferente y que a su vez encuentra en ella el único sendero de tránsito. Un poco afectada en el intento de transmitir la sensación de la ciudad turística, sí consigue bailar en una danza macabra de realidades que no se venden. Además del seudoparaíso vendido, está poetizado lo que no se encuentra en los panfletos turísticos.

Acerina Cruz vuela entre los ochenta y el futuro, instalándose no pocas veces en la realidad tecnológica que viven las dos primeras décadas del S.XXI. Al sur del realismo, como señala Daniel María en su artículo "Rebobinar la muerte con un lápiz" al referirse al poema "SURrEALISMO" que casi abre el poemario, El cadáver de la sirena es la producción de serie B que la autora ha querido dirigir: de ahí su propia construcción cinematográfica, que tiene en su origen el trailer y en su fin la posibilidad de rebobinar o abandonar la producción. El poemario, además de un recorrido de Serie B, que casi constituye un homenaje a este tipo de cine, se suspende entre la visión alucinada y la critica social: entre la ciudad turística informatizada y la realidad sucia detrás de los grandes tour operadores, hoteles y playas.

A veces la poeta es apresada por la magua de al infancia: necesita volver atrás en un vuelo abstracto que es el poema, que se revela durante no pocas veces como verdad necesaria. Y es que el poema se instala en la conciencia de ser poema: es autorrealizado cuando habla porque se sabe creación poética que acude a la infancia o vuela haciendo un travelling lúdico hacia el futuro. Y es que la palabra en manos de Acerina Cruz es una degustación impúdica que se viste no pocas veces de Rock & Roll y que se desviste en la red: llega a ofrecer poemas que necesitan de internet para ser leídos. Este cadáver es un viaje lúdico y en esa diversión que se conforma de no poca lucidez es donde la creadora ofrece la clave de la composición: se sitúa en dos mundos en transición. Vive la movida ochentera y la incógnita del futuro. Se acerca a la realidad virtual para instalarse en la mentira. Todo ello sabiéndose habitante de una ciudad que ya es 'yo exótico' y no 'yo propio', de una ciudad que ha adquirido la visión del que viene o de lo que se intenta vender y ha perdido su identidad. Esa ciudad puede ser cualquier ciudad canaria, pero esta vida transcurre en Las Palmas, que se convierte en un campo de concentración civilizada que se nutre no pocas veces del arte pop.


Acerina Cruz no inventa el lenguaje ni el estilo poético que dibuja, pero lo consigue transgredir no pocas veces: es su voz la que habla y es la propia construcción cinéfila la que guía a esta sirena a construir su inmortalidad. Este poema, que puede ser concebido como un uno, si aceptamos que estamos ante un VHS que en los ochenta adelantaba lo que ahora somos, como la propia Cruz, que en los ochenta comenzaba a dar los primeros pasos de lo que ahora es, se instala entre la realidad y la alegoría, dibujando escenas que circulan entre el onirísmo y la realidad más cercana: “La discoteca esá llena / a tope”. El lenguaje ya no importa tanto porque está derrumbado. La poesía de la grancanaria intenta hablar sin lenguaje y ahí está su precisión: es imagen, cine, y cada plano es un vuelo efímero de urbe en que intenta transitar una sirena que ya no nace en la mitología griega, sino en un barrio de la capital de Gran Canaria. ¿Habrá resurgido definitivamente tras su muerte?

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