Si hay un pintor que me ha helado los huesos cuando representa el paso hacia el más allá de la muerte, ese es el polaco Beksinski, quien, independientemente de las vivencias desafortunadas que pudiera tener o no, parece ser alguien que se ha instalado el finado antes de llegar al fin. La pintura está concebida por alguien que solo puede penetrar el mundo de la muerte de esa manera después de haberlo entendido por completo. Las obras, que el autor dejaba siempre sin título, son la muestra verdadera de la profundidad que llega a tener el 'yo-Beksinski-artista' acerca de la comprensión de lo que puede ser la muerte, como penetrada por una banda sonora constituida por el Luzifer Abschied de Stockhausen. Por el contrario, obviando ahora su biografía, sus pinturas pueden haber estado concebidas mediante un proceso de creación de una fantasía paralela: un mundo de oscuridad creado a raíz de la imagen del mundo percibido. Aunque él no se quería encasillar en ningún movimiento, la crítica lo ha introducido no pocas veces en la gaveta de la pintura fantástica. Su década de los 90 del siglo pasado parece, sin embargo, justificar toda la creación de su obra por sí misma. Sin embargo, esta década no puede explicar jamás lo creado desde los sesenta hasta finales de los ochenta, que es una pintura rodeada de tinieblas y de una intensidad postapocalíptica muy importante. Entonces, la tragedia vital solo podría justificar la última parte de su obra, que parece explicada en su totalidad por ella misma pero que realmente no lo está, puesto que sus obras atraviesan el mundo terrenal mucho antes de la muerte de su esposa y de su hijo.
Iglesia abandonada
Poeta en Nueva York
Federíco García Lorca
Yo tenía un hijo que se llamaba Juan.
Yo tenía un hijo.
Se perdió por los arcos un viernes de todos los muertos.
Lo vi jugar en las últimas escaleras de la misa,
y echaba un cubito de hojalata en el corazón del sacerdote.
He golpeado los ataúdes ¡Mi hijo! ¡Mi hijo! ¡Mi hijo!
[...]
Eres un buen momento para morirme
Félix Francisco Casanova
Amaneciendo y anocheciendo
a un mismo tiempo,
cariño, ¿no es esta la forma
en que te gustaría vivir?
[...]
Debes saber que a veces
soy como un entierro interminable,
siempre triste y azul
subiendo y bajando
por la misma calle.
Pero otras veces soy un río de risa
corriéndome por toda la ribera,
haciendo el amor a la mar,
una felicidad contagiosa,
un revólver de amor, nena,
y voy a disparar justo a tu corazón
¡bang bang!
¿te di?
Quiero arrollarte, enrollarte y arrullarte
montaña de aguardiente
y tarde rojiza.
Eres un buen momento para morirme.
22
Enigma del invitado
Emeterio Gutiérrez Albelo
Un esqueleto y una estatua
en cada uno de los tres respiros
de la escalera amarga.
Un esqueleto y una estatua.
[...]
14
El don de Vorace
Félix Francisco Casanova
[...]
No siento el menor conato de celos. Eso sí, envidio su condición de moribundo.
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